


La reflexión sobre la frase parece anecdótica o excéntrica si me apuran, pero no lo es tanto. Ya decía que el tiempo, el logro y el éxito personal suelen ser una venda en los ojos de la gente que no permiten vislumbrar ni a sabios, ni dedos, ni lunas y mucho menos otorgar un sentido a todo ello.
Todos sabemos más o menos cómo es la luna y nos suele gustar mirarla porque discurre de diversas maneras con sus fases, sus tamaños y sus colores, pero dedos hay muchos y muy distintos, y los propietarios de los mismos suelen ser ese detalle que pasamos por alto al mirar el objetivo al que señala. Para el que todavía no lo haya advertido, no vengo a tratar entelequias o estudios sobre la luna, obviamente estoy hablando con símiles y metáforas sobre lo que damos por sentado en una sociedad que tiende a predominar, de nuevo, tiempo, logro y éxito personal.

Ahora veamos tipos de dedos susceptibles de señalar cualquier cosa:




¿Y cuál es la herramienta que permite conocer la manera en que combinar adecuadamente las variables? La empatía.
La empatía en un grado determinado permite reconocer los patrones que impulsan a los seres humanos a actuar y a manifestarse de una forma y no otra. La empatía es un discriminador de sentimientos que, a lo largo de una línea continua, va desde la mera solidaridad hasta el conocimiento de los motivos que impulsan a las personas a actuar y a manifestarse de determinada manera. Ahora que está tan en boga la inteligencia emocional, esa palabra no resultará extraña, pero sí la manera en que ésta puede expresarse, ya que empatías hay muchas, pero ni mucho menos todas son lo mismo. No en vano, así como de unos u otros detalles la empatía es una herramienta muy útil para conocer y comprender otras actitudes humanas, de nada sirve si no viene acompañada de estructuras lógico-cognitivas que puedan "domar" la implicación emocional que arrastra su influencia. De nada porque la empatía tal como yo la entiendo en un sentido estricto, solo viene a serlo en razón al resultado, es decir, es finalista, no intencional. La intención de solidarizarse con otro es una simple proyección emocional del que se consuela a sí mismo por la situación en la que ve al otro y piensa que podría ser él. Eso es lo que lleva a ver los dedos de una manera que no necesariamente es la real.
La empatía así descrita de modo estricto no es común entre las personas pues necesita de una trasposición cognitivo-emocional entre el sujeto empático y su objetivo que cuando más completa y compleja resulta, mejor información nos dará de dicho sujeto. Por ello, como recurso y complemento para conocer las opiniones e ideas de los demás, es relevante saber de su vida, los hechos significativos que marcaron a esa persona, las pérdidas de seres queridos, la interacción del sujeto con su entorno, todos los aspectos que nos hablan acerca de las pretensiones de la persona y su manera de satisfacerlas. Esto último es clave porque del anhelo que tiene una persona a crecer en relación al grupo y en la manera que tiene de cristalizarlo se puede saber mucho de dicha persona y no atender tanto al lugar donde señala que puede ser un señuelo para potenciar su crecimiento personal. No obstante, sería un error muy grave acoger los presupuestos que estoy explicando y trocarlos por las apariencias, tópicos, prejuicios y estereotipos que pueden ser usados maniqueamente para prestigiar o desprestigiar a una persona. Hablo de procesos más complejos que parten de un interés intelectual desapegado de su resultado y comprometido con el conocimiento que no asigna causas únicas ni busca una justificación de partida para favorecer la impresión inicial. (Algo que me lleva ahora mismo a conceder que es imposible, cuanto menos de un modo normalizado. El que no toma en consideración la susceptibilidad de su propia parcialidad será indefectiblemente parcial, pero el que la tome estará igualmente mediatizado aunque al menos sentará las variables con las que interactúe. Ello en el mundo de la palabra, la ideología y la política requiere de personas específicas con unos rasgos concretos que no son posibles con fórmulas de autoayuda o de crecimiento personal aprendido. Se tiene o no se tiene, y los individuos receptores lo tienen o no lo tienen y no lo apreciarán si no lo tienen. Lo que lleva a este artículo a ser una mera expresión con poca capacidad de aplicabilidad).
Y es que en todas las artes y ciencias, el interés personal marca el conocomiento y expresión de la propia obra. Incluso en el mundo científico, particularmente el de las ciencias que tienen un alcance social, pero también las naturales como el campo biológico. En casi todos lo casos, por no decir todos, las inquietudes surgen por una motivación interna y personal de demostrar algo relacionado con el investigador y que puede responder a un fin preconcebido que se "busca" incesantemente para plasmarlo como ciencia demostrada. Buen ejemplo de ello es que tenemos teorías y estudios científicos que dicen lo uno y otros que afirman lo contrario quedando ambos a salvo de la taxonomía científica por regirse por el método hipotético deductivo.
Un caso evidente y gráfico sobre la influencia de la propia vida en la expresión de su conocimiento lo ofrece la pintura o la música, en ambos casos se puede apreciar la etapa personal del pintor o del músico en razón a su obra.
Las pinturas "negras" de Goya son un buen ejemplo. Sin embargo, las personas que en vez de pintar o componer canciones confeccionan teorías políticas, ideologías o se adhieren a unas u otras, no ofrecen una evidencia tan elocuente de su faceta personal porque los receptores sustituirán, discriminaraán y modificarán todo aquello que les sea útil para su interés personal resultando en una confección adaptada que soslaya lo no necesario. Así, al enfatizar lo que uno quiere y focalizar con un objetivo utilista personal, no es necesario ser coherente con todo el planteamiento y todo el conjunto actúa de enganche por determinadas características que los receptores encuentran atractivas para su interés personal. (Quizás por ello los excéntricos tengamos poca afinidad recíproca en general con la normalidad.)
Con el tiempo actual disponible, con la necesidad de conseguir logros y una exitosa realización personal, es fácil pasar por alto aquellos detalles que nos explican sobre las personas que nos rodean. De hecho la sociedad actual exige que se soslayen los detalles para no resultar muy discriminativo con los sucesos, las conductas y las actitudes, y obedecer sin cuestionarlo con las que dictamina el orden normalizado dominante. Quizás ello obliga a no entrar en detalles sobre las personas y a buscar bandos de personas iguales con las que solidarizarse y que juntas busquen marcar una referencia con la que obligar al resto. Al final todo acaba siendo un pulso de bandos identificados con unos presupuestos llamativos, tan superficiales o profundos como lo puedan ser sus potenciales miembros, en los que cada cual acabará comprendiendo al que más se ajuste con lo pretende de sí mismo y la idea que las personas de su entorno valorarán para situarle como piensa que merece estar.