martes, noviembre 05, 2024

Cosas de pareja

 La polarización de la que tanto se habla, no ya tanto en España, sino en todo Occidente, de la que Estados Unidos ahora mismo dirime su futuro en las urnas, suele ser cosa de dos. Es cierto que en nuestro país, referencia de los reinos de taifas y autogobierno llevado a su máxima expresión, podría desenfocar la foto y aparentar que existe una multipolarización, pero aunque así fuera, en el desarrollo de estrategias, intereses y enemigos comunes, al final de cuentas nos aparecen dos bandos. Acaba siendo irrelevante si hay un infiltrado que finge ser de una facción pero pertenece a la otra ya que eso igualmente confirmará que existen dos contendientes en liza.

Ligeramente distinto era cuando nos habíamos instalado en el dos más uno, es decir: PP, Psoe y los nacionalistas catalanes o vascos deshojando la margarita. En aquél caso también hablábamos de dos bandos, pero había un árbitro comprado, o mejor dicho, subastado al mejor postor. Quizás hubiéramos podido pensar que en la actualidad, con tanto partido nacionalista, independentista, terrorista, de izquierda y hasta localista, el acuerdo para resumirlo en cosa de dos parecería imposible, pero Pedro Sánchez ha demostrado tener la mano agujereada con el dinero de nuestros impuestos a la hora de regalarlo a quienes le apoyen.

Y es que en las cosas de pareja, lamentablemente, si no existe acuerdo nadie acaba teniendo la razón aunque la tenga. Ni la luna es un satélite, ni la hierba es verde, ni el agua moja necesariamente si una de las partes así lo decide invariablemente en emotiva unión con los suyos; y no hay nada qué hacer. Es por eso que cada cierto tiempo a lo largo de nuestra impenitente historia se produce una catastrófica "limpia" en forma de conflicto global o cualquier audaz cataclismo. La confortable decadencia siempre nos lleva a consumir nuevos sucedáneos que rellenen nuestro aburrimiento por exceso de asueto y suplantan con asombrosa facilidad lo que en el pasado era sagrado y fundamental. Para volver a eso, solo se puede lograr con un apocalipsis que nos permita ver de nuevo la verdad y la realidad de las cosas. Es lo que hay.

El problema es que, en esta ocasión el botón rojo asociado a un ataque nuclear, aunque afortunadamente impide que exista una limpieza demasiado profunda, acaba dejando un único desenlace lógico al margen del suicidio bélico: que los más fuertes sometan a los más débiles. 

Siempre acaba siendo cosa de dos.

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