domingo, octubre 27, 2024

Hombres y masas

 En el eco de la Historia venimos a conceder que los cambios, algunos paradigmáticos, han obedecido a iniciativas personales y populares descritas como heróicas o audaces. Así asumimos las revoluciones liberales de la modernidad y algo parecido describieron los medios de comunicación de masas en lo que vinieron a denominar: "las primaveras árabes". Quizás, es por ello que cuando topamos con gobiernos que lindan con la tiranía teniéndose como democracias y nos asalta la indignación, es ya habitual promover una respuesta popular o dicho de otro modo, una reacción de la "sociedad civil", creyendo que es posible emular aquellos acontecimientos pasados.

Tal y como yo lo veo, toda reacción popular necesita ir acompañada, si no motivada o tutelada, por un poder fáctico y estratégico mínimo (económico-político). De no ser así, en la confrontación con el poder imperante, toda iniciativa estará destinada al fracaso.

El romanticismo es un factor emocional que vale para un roto o un descosido en el juego político y geopolítico que coadyuva a albergar esperanzas vanas ante desafíos imposibles o disfrazar conspiraciones de poder como actos del pueblo.

Las grandes figuras históricas individuales tienen soberanía y control sobre su propio criterio y acción, sean héroes o demonios. No dudan en acometer su destino y llevar consigo a sus seguidores, siempre bajo un triángulo jerárquico inapelable con un interés definido e indiscutible que eleva su audacia y éxito a cotas inalcanzables para el resto. La masa necesita un poder jerárquico muy superior que no ofrezca opción a un cúmulo de aspiraciones individuales que devengue en controversia y caos. Si no existe dicho líder incuestionable que soporta y es apoyado por el poder, en su lugar solo cabe el poder en la sombra que reparte recursos para mantener una lealtad mercenaria. Cuanto más desesperada o trastornada esté la masa, más barata su adquisición como milicia.

Todo lo demás es novela de ficción.


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