La sociedad civil fácilmente entona juicios de valor sobre sus políticos apelando a unos principios básicos que se suelen dar por asumidos sin entrar demasiado en detalle. Esos principios o valores se van transformando en el tiempo y los niveles de consumo en medios de comunicación, redes sociales y entretenimiento, nos ofrecen una somera idea de sus referencias. Quizás, en una cuota de mínimos una mayoría esté de acuerdo en que robar y mentir está mal, pero ignoramos cuánta de esa gente distrae dinero o bienes cuando tiene oportunidad o miente por costumbre. Un hábito discernible con relativa facilidad es la actitud de una persona honrada comparada con la de un criminal. El primero afronta los hechos y se somete, antes que al juicio de una masa, al suyo propio que suele ser más riguroso; el criminal, el ratero, el ladrón o agresor suele delegar su responsabilidad siempre a terceros hasta el punto de que incluso siendo pillado in fraganti se ve capaz de acusar al que le ha pillado. Hay que asumir que en nuestra sociedad hay de todo y las referencias adecuadas para el bienestar humano suelen ser enemigas de todo criminal.
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