Entre la humanidad se pueden plantear muchas categorizaciones. Hoy voy a distinguir a las personas conscientes de las no conscientes en un momento histórico en el que, en Occidente se busca claramente forjar y fomentar la no consciencia.
Los mensajes publicitarios machacones que entonan sencillos silogismos o generalizaciones facilonas que nos conceden vales para sentirnos adalides del ecologismo o de minorías ignotas tiempo atrás, son un caldo de cultivo inmenso para masas no conscientes que asimilan la propaganda pret a porter e incluso hasta configuran sus vidas entorno a ella.
Toda lección que nos ofrece la vida contiene una formulación susceptible de reproducirse sin la servidumbres de sus etiquetas. ¿Qué quiero decir? Los sistemas democráticos de nuestro tiempo se empachan de palabrería, tan bella como vacía, para señalar modelos prejuiciosos de buenos y malos. Como decía, se fabrican y configuran productos para amar y odiar dirigido a un uso rápido y aparentemente indoloro que, no en vano, acaba produciendo efectos muy negativos. Son como pastillas que, al ingerirse dotan al no consciente de capacidad para juzgar a los demás en razón a sus postulados tan biensonantes. La formulación de las conductas de la naturaleza humana, de su experiencia, muestra enseñanzas generales para todo el mundo, abrace la ideología, creencia o mantra que sea. No por ser ésto o lo otro uno queda exento o es de inmediato culpable. Puede resultar obvio, pero no lo es para unos tantos.
La persona consciente debe soportar la carga del conocimiento concreto de las cosas, de las lecciones que le ofrece la experiencia y no una memoria plana de recuerdos fotográficos; soporta razonamientos con un desarrollo ajeno al propósito persuasivo y manipulador con que le dispara el opresivo ambiente mediático. Sabe qué comporta una decisión o una idea, aunque sea lanzada con displicencia en un manto de entretenimiento, qué consecuencias comporta y qué ejemplos dispone.
Sufrimos una pandemia de no consciencia con seres hiper nutridos de dopamina, y eso no abona ni principios, ni ideales, ni valores, solo diversión y entretenimiento, hasta que acaba de forma abrupta.
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